miércoles, 14 de noviembre de 2012

¿Princess? No, I prefer be real.

Debería haber nacido con la corona en la cabeza, bonitos ojos azules y preciosa melena morena.
La gente me debería de ver como una princesa, como todo aquello que las niñas pequeñas sueñas ser de mayor, como algo especial y bonito.
Pero no fue así, nací a las 4 de la mañana, incordiando desde el primer segundo de vida. Tardé poco en respirar el aire puro de la vida, tenía ganas de salir y comerme el mundo, y así lo hice, pero a mi manera, saltándome el prototipo de chica perfecta y adorable.
A los 12 años la preciosa corona que llevaba se calló, agaché la cabeza y nunca más supe de ella, y desde entonces la palabra princesa es todo lo contrario a mi.
Mil defectos son pocos, la música me ayuda a sobrellevarlos, ¿el Rock 'n' Roll? un estilo de vida, MI estilo.
Se podría decir que algo de princesa llevo en el interior, pero no la típica de cuento que encuentra al príncipe azul a la vuelta de la esquina, no, como esas princesas no soy. La que después de besar a ciento y pico sapos encuentra a su príncipe y de momento va por los treinta y tres, y lleva un vestido negro con tachuelas que por ella arrancaría, un pelo castaño que cae bajo sus hombros, ojos marrones que no expresan mínima señal de sentimientos y unos bonitos pechos que se esconden bajo el vestido que apenas llega a las rodillas y cómo no, ella no lleva zapatitos de tacón para que a las 12 de la noche se le pierda uno y un príncipe se lo devuelva, para nada, ella lleva Converse bien ajustadas para no perderlas. Esa es el tipo de princesa que estoy echa, una princesa real, la que no intenta ser perfecta sino, ella misma.

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