Deja que
mis dedos fluyan de nuevo sobre tu espalda.
Deja que
te bese una vez más,
que
vulva a retumbar el latido de tu corazón sobre mi tímpano.
Deja que
tus labios se curven al escuchar mi nombre, al verme sonreír.
Deja que
sea yo la que te de esas ganas de levantarte los lunes, de las cuales el mundo
carece.
Deja que
sea yo la de los “te quiero” inesperados,
la que
te de los buenos días y las buenas noches.
Deja que
sea yo la que te guíe el camino.
Deja que
una parte de tu corazón lleve grabada las ocho letras de mi nombre.
Simplemente,
deja que sea yo uno de los motivos por los que vives.